Tras varios años de matrimonio era usual la pregunta de: ¿Para cuándo un hijo? y lo que en principio era molesto, al final hasta nos resultaba cómico.
Sin pedirlos, recibíamos consejos e incluso recomendaciones sobre médicos especialistas en fertilidad, ya que muchas personas asumían que teníamos problemas para concebir un hijo.
La realidad es que aunque no habíamos tomado una decisión al respecto, éramos conscientes de que al tener un hijo, este demandaba todo nuestro amor y dedicación.
Pero, en esta etapa de nuestras vidas, nuestra atención se centraba en nuestras carreras profesionales.
Así, pospusimos una decisión de vida, que sin lugar a dudas, nos dio tiempo para disfrutar y fortalecer nuestra relación de pareja.
Fue así como, transcurrió el tiempo y empecé a pensar en la maternidad alrededor de los 35 años, lo que luego se convirtió en una decisión de pareja.
De esta manera, nuestra hija fue muy deseada, amada y esperada, e incluso, ahora reconozco haber tenido una sensación extraña y especial, como un fuerte llamado.
Una señal muy clara y difícil de explicar con palabras pero, que en su momento me hizo sentir muy confiada.
Así, con la llegada de mi hija, tuve y tengo la certeza de que todo es como debe ser y que nada sucede por casualidad en nuestras vidas.