Entre la ansiedad, la incertidumbre y la fatalidad, en un año que aprieta y aprieta, es inevitable que todos en alguna medida tengamos una sensación permanente de pérdida.
Por aquellos que se fueron, por los encuentros que no se dieron, por todo lo que quisimos hacer y no pudimos, por las seguridades que creíamos tener y no eran tal.
Por todo lo que tuvimos que aplazar y todo lo que dejamos de conocer y experimentar. Sin embargo, pese a todo, es posible y casi imperativo, recuperar el optimismo:
#1 Aceptación
Tomándose el tiempo para reflexionar y elaborar el duelo por las pérdidas definitivas, los cambios de planes y el aplazamiento o la cancelación de nuestros proyectos.
Aceptando que, tal vez nunca tendremos lo que esperábamos o de la forma en la cual lo había planeado y deseábamos para, permitirnos soltar las expectativas que teníamos.
Abriendo nuestra mente a la existencia de diferentes posibilidades para en vez de luchar, poder fluir de mejor manera con la situación.
#2 Agradecimiento
Concentrarnos en cualquier aspecto positivo, por trivial que sea, nos permitirá apreciar aquellas cosas que antes dábamos por sentadas.
Si se nos dificulta agradecer y lo sentimos en un principio forzado; es bueno recordar que nuestro cerebro no distingue qué es real, y al obligarnos a hacerlo, creamos el hábito.
Rememorando tal vez momentos felices en nuestra vida, que nos hacen sonreír; reduciendo nuestro estrés y mejorando nuestro estado de ánimo, para empezar a tener una perspectiva más positiva.
#3 Una nueva perspectiva.
Redefinir nuestra manera de ver nuestra situación, reflexionar sobre lo que hemos aprendido de nosotros mismos y tener una nueva perspectiva, nos ayudará a poner todo en su justa medida
cuestionarnos si nuestra vida va en la dirección en la cual la queremos llevar y confrontar nuestros miedos y deseos. Decidiendo así, el camino por el cual queremos continuar y accionar el cambio que queremos en nuestra vida.