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María Montero

- Autora -

photo of toddler smiling

Estimulación temprana

¿Cómo saber si la estimulación temprana es lo más adecuado para tu hijo?

Este concepto que parece nuevo, en realidad nació en los años cincuenta y planteaba una serie de programas para menores con discapacidades físicas y mentales.

Con el tiempo, se fue popularizando con talleres  para estimular y acelerar procesos en el desarrollo de los niños.

Hasta llegar al punto de que, hoy los padres nos vemos bombardeados con publicidad incesante del tema.

Dándonos el mensaje de que hoy ya vamos tarde, si nuestros hijos no han recibido estimulación temprana desde el embarazo.

Tema con el cual debemos ser cuidadosos pues, hoy vivimos en un mundo hiperconectado y sobreestimulado.

Donde los cambios y la información van a una velocidad vertiginosa y desde los niños hasta los adultos vivimos con hiperactividad.

Todos, con un claro déficit de atención y concentración, de hecho muchos hoy nos encontramos reentrenando nuestro cerebro para recuperar ese perdido autocontrol.

Vivimos con una mente distraída que divaga todo el tiempo, con lo cual es claro que hay algo que no estamos haciendo bien.

Así, aunque sabemos que los primeros años de nuestros hijos son decisivos para su desarrollo integral, tenemos también que ser cuidadosos en nuestras elecciones.

Tomándonos el tiempo de conocer a nuestros pequeños para saber qué es lo más adecuado para ellos.

Entendiendo que la estimulación temprana, es solo una más de las opciones que tenemos, con sus ventajas y desventajas.

Para no caer en la sobreestimulación, al querer entretener a nuestros niños todo el tiempo, sobrecargando sus agendas.

Sin dar espacio para el ocio y el juego libre, con un sinnúmero de actividades guiadas y planificadas.

Todo con la buena intención de que nuestros pequeños sean personas exitosas, pero olvidándonos de comprender sus necesidades más vitales.

Es importante reconocer a nuestros hijos como seres únicos y respetar sus propios ritmos y procesos de crecimiento y aprendizaje.

Pues, los expertos en educación, ya nos advierten de estar exponiendo a nuestros hijos a estímulos excesivos y precoces.

Que no les permiten tiempos suficientes de descanso para, procesar lo aprendido. Teniendo un mayor riesgo de estrés e hiperactividad.

Propiciando deficiencias permanentes en su capacidad de aprendizaje a lo largo de la vida.

Así, sin desconocer que la estimulación temprana tiene muchos beneficios, esta no es garantía de éxito personal, por lo cual debemos apelar a nuestro sentido común.

Reconociendo cuál es la dosis, cuándo es necesaria y el tipo de estimulación adecuada para nuestros hijos.

Permitiéndoles tener momentos espontáneos y libres para compartir en familia, donde el amor incondicional esté siempre presente.

Dejándoles también, realizar quehaceres que alimenten su autoestima y sentido de responsabilidad y poder vivenciar experiencias sencillas.

Que les permitan disfrutar y apreciar las pequeñas cosas, sin perder su curiosidad y capacidad de sorpresa.

Así como también, contar con oasis de silencio y sosiego para aprender a apreciar la calma y los momentos que más adelante les servirán de reflexión.

Con la libertad suficiente para potenciar su creatividad, abriéndole la puerta al aburrimiento que los motive a explorar.

Para que puedan aprender también a autorregularse, sin las gratificaciones inmediatas de la exposición a pantallas, ni la saturación de juguetes.

Con un juego más imaginativo que, les invite a socializar más y compartir espacios donde puedan validar, expresar y aprender a manejar sus emociones.

Sin depender de que su mundo siempre gire alrededor de estímulos externos para gestionar su felicidad.

“Antes de casarme tenía seis teorías sobre el modo de educar a los niños. Ahora tengo seis hijos y ninguna teoría”

John Wilmot

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