El día de ayer tomé un yogurt natural, algo que no tendría nada de particular sino fuera porque casi había olvidado el sabor de un yogurt de verdad.
En el lugar me explicaron que, para su elaboración trabajaron en equipo con el lechero asegurándose que el ganado recibiera una alimentación variada.
Lo que le imprime un sabor especial a la leche aportándole calidad y mayor profundidad al sabor del yogurt.
Sabor que lo diferencia de los edulcorados que hoy encontramos en el supermercado, notándose la dedicación y la pasión que éstos artesanos ponen en su preparación.
Con el beneficio adicional que tiene ya que, a través de las bacterias y fermentos lácticos vivos, mejora nuestra flora intestinal, estimulando nuestro sistema inmunitario.
Es triste pero, hoy los productos ultra procesados que consumimos han modificado nuestro paladar alejándonos de lo natural y saludable.
Por el alto contenido de azúcar, sodio, colorantes y preservantes, generando adicción a través del gusto por éstos sabores.
Así, sin desconocer que vivir en una sociedad de consumo tiene muchas ventajas, ésta experiencia me hizo reflexionar que, cada día nos desconectamos más de lo natural en nuestras vidas.
Pues, la disponibilidad permanente de todo nos hace vivir en la ilusión de que tenemos la capacidad y el «derecho» de comprar todo lo que queramos.
Lo que aunado al afán de gratificación inmediata, no deja espacio para reflexionar el costo real que hay detrás de todo lo que consumimos.
Sin importar de dónde vengan las cosas, mientras vengan y nos dé el alivio momentáneo asociado con cada compra impulsiva que realizamos.
Por ello, cuan valioso sería recuperar en nuestra vida lo natural, a través de lo sencillo, significativo y en realidad, esencial.
Alejándonos de lo superficial y enmarañado, conectando de nuevo con lo natural que nos permitirá una existencia más saludable, feliz y placentera.
“La complejidad es tu enemigo, cualquier tonto puede hacer algo complicado, lo difícil es mantener las cosas simples”
Richard Branson
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